miércoles, 30 de octubre de 2013

Aprende a querer para saber quererte

San Juan de Gaztelugatxe
"Estamos condicionados, pero no determinados"

Esta frese podría convertirse en una máxima que marcara nuestra vida. En muchos momentos, nos situamos en la vida, con una actitud derrotista, que nos lleva a desterrar todo atisbo de esperanza y terminamos con miedo, paralizados, sin hacer nada. En esta "crisis" se dice mucho "con la que está cayendo..." Con la que está cayendo, qué?... Cuando se dice esto, se nos está diciendo, no hagas nada, simplemente puedes encoger los hombros y seguir mojándote. Ni te muevas, que seguro es peor. Siempre puedo hacer algo. Que no nos engañen. Siempre tengo posibilidad de hacer algo diferente.

Sí estamos condicionados, pero no determinados. Muchas veces la mochila es tan grande, sentimos que es tan grande que nos sentimos bloqueados y nos vemos completamente determinados, pero estamos condicionados. Siempre tenemos alguna salida por algún lado, pequeña quizás, pero siempre hay esperanza para ver una luz.

En un grupo de Terapia Multifamiliar, surgían reflexiones de lo duro que es llegar a no sentirse querido,  pero sobre todo en la recta final de la vida. Sentir que estás en los últimos momentos de vida, levantas la cabeza y te dices, ¿qué ha pasado?, estoy solo, no tengo a nadie, siento que no me quiere nadie.

Nos contaba un familiar que había acompañado hacía muy poco a una familiar, a un tío suyo, en los últimos momentos de vida, tras padecer una enfermedad. Y lo contaba con tranquilidad, serenidad. Con la satisfacción de haber echo algo duro, pero que le había aportado sentimientos que eran valiosos para él, para su vida personal y sobre todo de pareja. Se encontraba saliendo de una crisis profunda de pareja y esta vivencia le había aportado un prisma diferente a su vida.

Realmente, ahí está lo fantástico, nos contaba cual había sido su experiencia en la recta final de su tío. Nos  mostraba una persona, al menos con la familia, aislada, egoísta. Nada cuidador de las relaciones familiares. Muy volcado hacia lo exterior, lo social, pero de poco intimar e incluso arisco con los suyos, su familiares. Es decir una persona poco merecedora de ser querido.
Al final, ese mal comportamiento, le había llevado a quedarse solo en los últimos días de vida. Esas reflexiones que le surgían al sobrino en el acompañamiento ante la muerte. Viendo esa realidad de su pariente, propició, sin ser consciente el tío, una gran regalo para el sobrino. Un regalo de vida. El que pudiera vivir, lo que es sentir dar generosidad, el dar con gratuidad. Experimentar la capacidad de
transcendencia.

"Podías, te apetecía y te salía de dentro, el acompañarle a esta persona, este familiar. Nadie te obligaba. Y desde ahí, sin ir a buscarlo, has recibido un montón. Esa es la última lección que te ha dado tu tío. "déjate de tonterías, de historias sin importancia, aprovecha la vida segundo a segundo. Te ha hecho volverte hacia los tuyos, hacia tus hijos, mujer y verles de otra forma. Con sus defectos, sí, pero en toda su humanidad. Volviendo a descubrir a la persona que una vez te enamoraste y que aún está ahí y sigue mereciendo la pena, por que sientes que la quieres y sientes que te quiere".

Alguien preguntó. ¿Cómo aprendemos a querernos más?
Me ha encantado la respuesta que de forma muy espontanea una persona dijo, "He aprendido a quererme relacionándome". Permitirme cambiar la última palabra, "he aprendido a quererme queriendo" La única forma de que eso se vuelva hacia mí, no es diciéndome "me tengo que querer más". Sino, decir, te quiero, gratuitamente, generosamente, sin esperar nada a cambio y automáticamente ese sentimiento mío, volverá hacia mi.

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