Trabajo en un centro terapéutico educativo para personas con problemas de drogadicción. Soy el responsable de la comunidad terapéutica (CT), y hoy me ha tocado realizar una de las funciones más desagradables. Expulsar a un usuario, sabiendo que lo que le espera es la cárcel. La justicia le reclama y no tiene más remedio que ingresar en breve.
La cosa se endurece más, cuando a este hecho se le añade nuestra propia expulsión de la CT. Hemos tenido la certeza que esta persona hace unos meses, con otros compañeros se fueron de la comunidad, sin permiso de juerga por la noche. Consumiendo. Ya habiendo sido pillado en otra ocasión e intervenido por ello.
Por supuesto la situación ha sido desagradable e incluso violenta.
Cómo puede ser, que una persona sea capaz de desaprovechar la oportunidad que le vuelve a brindar la vida. Que le sucedan la segundas y terceras oportunidades y las canjee por una noche de juerga, de consumo.
Cada uno encuentra el sentido. El sentido no se otorga, se descubre. Se encuentra en el mundo. Un día antes de la expulsión, me intentaba hacer comprender, que el robo de una camiseta por parte de otro compañero era más grave que engañar a su propia pareja.
“la drogadicción es la fractura de un proyecto de vida porque hay algo que altera o impide al hombre encontrarse a sí mismo y con los demás”. Gerónimo Acevedo (1996, pg. 124)
Esta filosofía del sujeto de necesitar la droga para poder calmar su ansiedad y su necesidad de ser protagonista hace que convierta la droga en el eje de su vida.
Abordar el problema de la drogadicción desde la familia, la sociedad y las disciplinas que a ello se dedican, centrándose en el objeto droga es, igualmente, otorgarle a ésta un sentido que no tiene. Mientras se le atribuya a la droga “el origen de todo mal”, la sociedad niega que es, fundamentalmente, un problema específicamente humano, niega la importancia de los valores humanos e impide al adicto asumir su responsabilidad y afrontar los cambios.
Hoy, esta persona, estará más hundida en su desesperación. Más lejos de los demás y de sí mismo. Inmerso en un sinsentido.
El sentido no se otorga, se descubre.
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